Había una vez dos hermanos, los cuales iban a recibir la herencia de su padre, debido a que aquel hombre estaba muy enfermo. El padre decidió hablar con sus hijos individualmente para probar si realmente lo seguían amando o si solamente seguían con él y tratándolo bien para llevarse mejor parte de la herencia.
-Hijo, eres el hermano mayor y quiero que entiendas que le daré la mayor parte de tu hermano menor, puesto que es más pequeño y tiene toda la vida por delante.
El hijo mayor, descontento, se quejaba de que él era más exitoso y que era injusto, por lo que se enfadó con el padre y su hermano, porque decía que no lo valoraban.
El padre volvió a repetir su estrategia con el hijo menor.
-Hijo, eres el hermano pequeño y quiero que tú recibas menor cantidad de la herencia, ya que tu hermano tiene más potencial de éxito gracias a sus altas capacidades.
El hermano menor, con una sensación de pesadumbre, se fue enfadado a su cuarto, preguntando por qué su padre no lo apreciaba tanto.
Aquellos hermanos desde ese entonces comenzaron una disputa porque pensaban que merecían más que el otro y la furia ligada con la envidia, les corrompió, al punto de no querer ni verse.
El padre, decepcionado por la reacción de sus hijos, decidió reunirlos.
-Hijos, estas cosas que os dije son para probaros a vosotros mismos, pero al decepcionarme he decidido entregarle mi herencia a vuestros primos, puesto que han demostrado tener más fidelidad a la familia que cualquiera de vosotros.
Y así fue, la herencia fue entregada a sus primos, ya que demostraron poner la familia antes que el beneficio personal, un valor que les quedará como lección para el resto de sus vidas.
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